Recuerdos latentes, mentes siniestras, voces del más allá, la noche susurraba su dulce cantar, mientas las hojas se balanceaban desde los árboles a punto de caer, el otoño se hacia más presente con cada movimiento sutil, cada paso de mi andar. Las modificaciones del tiempo no me dejaban en paz, quería encontrar tantas respuestas. No tenia nadie por quien luchar.
La búsqueda incansable de nuevos horizontes de una vida mejor a la que llevaba… ¿qué más podía pedir? ¿Había un motivo en particular que me hiciera quedar en este mundo de desfachatez y constante guerra? ¿Debía ser parte también de las milenarias peleas?... la suave seda que cubría mi piel se mecía con el viento nocturno, acostumbrada a la soledad no me importaba deambular por las noches en lugares tan apartados de la comunidad.
Llegue hasta donde un gran sauce descansaba, donde los sueños se mezclaban con la triste realidad, esa era exactamente el tipo de paz que necesitaba, alejada del mundo, sumida en mi interior. Ate la cuerda de mi caballo al tronco del sauce, ya listo me recosté en el húmedo pasto, sintiendo las hojas descender por mi rostro, la luna era mi compañera, mi eterna amiga.
Silencioso despertar susurré cerrando los ojos y posando los brazos debajo de mi cabeza.